Las personas constituyen el centro de gravedad de las organizaciones; no son únicamente los procesos o resultados económicos. La búsqueda de un propósito virtuoso, de carácter infinito es permanente, pero a la vez es complicado en una sociedad que se mueve a la “velocidad de la luz” por la
convergencia de tecnologías. Entonces, la más importante “palanca” para que este sistema funcione es el liderazgo consciente; el que busca servir sin que, incluso, medie recompensa a cambio y con una visión de trabajo conjunto para conseguir las metas. Sin embargo, en la empresa existen “moldes inmutables” con poca posibilidad de cambio, que excluyen a las mujeres de integrar sus grandes cualidades para la búsqueda de la verdad y el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, razón de ser de cualquier modelo institucional. A pesar de que el 43% de los colaboradores en las organizaciones afirman que las mujeres líderes hacen un mejor trabajo que los hombres (5%) o que son
más compasivas y empáticas (71% contra 50%), un 60% de ejecutivos encuestados en Norteamérica afirma que las mujeres tienen que demostrar más trabajo para probar que están a la altura de los hombres en posiciones estelares o que el 54% sufren directa discriminación de género.