El movimiento comienza a decaer. La organización regresa a sus rutinas diarias. Cumplir y hacer cumplir las reglas. Las personas como parte del proceso sin creatividad e innovación. El inmunológico empresarial es tan fuerte que cualquier intento de cambio queda automáticamente bloqueado. El estatus quo es más cómodo y seguro para muchos. Abundan las macro-preocupaciones del día a día. Peor aún si el contexto es difícil. El pensador estratégico no sirve en estas circunstancias y termina haciendo cosas irrelevantes. En un entorno complicado es cuando más se requiere del rebelde que sea capaz de transformar las macro-preocupaciones en superávit y beneficios para la organización. Los productos son lentos de crear y modificar. Se impone pensar en la relación con los clientes, nuevos canales de comunicación, mensajes potentes y realzar al ser humano que trabaja en la empresa. En momentos difíciles el “crítico independiente” de otras industrias es fundamental. El “adulador profesional” está interesado