Los tiempos extraños no son sólo patrimonio de los “realities” de la televisión. Pareciera difícil entender como personas, aparentemente normales, pueden convivir meses en una casa rodeados de mini cámaras que graban hasta el último segundo de su intimidad personal; o presentar la vida familiar en capítulos de treinta minutos con comerciales de por medio.
Los tiempos extraños también se muestran en el mundo de la política (o mejor dicho de la “distorsión” política). Piense en una elección presidencial, en donde en la recta final se encuentran un militar socialista, la hija de un ex presidente preso de ascendencia japonesa, un empresario derechista y un ex presidente queriendo reeditar su mandato. ¿Extraño? En estos tiempos lo extraño parece normal y lo normal parece extraño.
Lo normal, hace poco, era que nuestros padres nos envíen a estudiar una carrera técnica en alguna universidad prestigiosa (mejor si era extranjera). Los tecnólogos e ingenieros abundan tanto como los políticos. Debemos reconocer que nuestra formación en “liderazgo” se parecía más a una formación en “capatazgo”[1]; en el arte de la vigilancia desconfiada, en estar atentos todo el tiempo para que las personas de alrededor no se les ocurra hacer algo que perjudique a la empresa. Similar a la figura imponente de los “Doctore” (capataces con látigo), en la época romana de los esclavos destinados a dar su vida en la “arena” como gladiadores.
Los “Doctore” de la empresa moderna son distintos. Han dejado el látigo por el conocimiento y la fuerza bruta por la fuerza emocional. No significa que se han suavizado, sino que se han humanizado. En algunas organizaciones los tildan de débiles o faltos de fortaleza. Quizás porque a esas empresas sólo les interesan los “músculos” que acrecienten la última línea del estado de pérdidas y ganancias.
Los “Doctore” de la época de Google, de los viajes turísticos espaciales, de la bioecología, de la emopolítica[2], son necesariamente “humalíderes”. Personas enfocadas en la búsqueda del sentido de las cosas dentro de la organización, del desarrollo y búsqueda del conocimiento, de la conversión del capataz en coach[3]. No pueden ejercer el liderazgo en pausas (como durante las crisis empresariales) o en momentos convenientes. Su liderazgo debe ser permanente y persistente.
Los gladiadores actuales no se mueven con el golpe del látigo, sino con dirección y libertad. Quieren esa libertad, traducida en poder expresar sus deseos y sus ideas abiertamente. Necesitan ayuda para ubicarse en la “arena”, en el contexto actual de los acontecimientos, para establecer la estrategia adecuada para enfrentarse al contrincante (que no siempre es visible) y trabajando con otros gladiadores en equipo.
En tiempos extraños, los “humalíderes” tienen la obligación de lograr que estos neogladiadores cumplan sus objetivos y sueños, por el camino adecuado y de la forma correcta para conseguir un mundo superior.
[1]Término utilizado por el autor que hace referencia al capataz. “Capataz” según el diccionario de la lengua española tiene como significado: persona que gobierna y vigila a cierto número de trabajadores.
[2]Término utilizado por el autor para hacer referencia a la estrategia emocional en la política utilizada en la actualidad.
[3]Término inglés que hace referencia a entrenador de un equipo.